El estilo minimalista se ha convertido prácticamente en sinónimo de modernidad en la decoración, Sin embargo, hay quienes tildan esta vertiente estética de aburrida.
Nada más alejado de la realidad, pues el minimalismo se basa en lograr la armonía del espacio a través de la filoofía zen del silencio, es decir, ser capaz de alcanzar la belleza a través de lo simple y sencillo.
Es por esto
que el estilo minimalista se concentra en la pureza de las líneas y los
acabados de los objetos más que en la profusión de los mismos.
A pesar de que los aspectos básicos de la decoración
minimalista se han ido transformando con el paso del tiempo, aún es posible
determinar cuáles son los rudimentos claves para lograr plasmar este estilo en
cualquier espacio.
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Intencionalidad: en el minimalismo, cada
pequeño objeto cuenta y debe cumplir una función (ya sea estética o práctica)
dentro del espacio, si no lo hace, está sobrando y sólo servirá para agregar
ruido al lugar. Elimina lo supérfluo y conserva sólo lo que tenga una tarea.
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Color: una profusión de 4 o 5
tonos serían demasiado a nivel visual. Prefiere una paleta de tonos neutros y
apégate a ella, agregando algunas notas de color con pequeños objetos
decorativos.
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Texturas: los objetos brillantes
con acabados metálicos, capaces de contrastar con texturas ricas y naturales
como la madera son propias de este estilo.
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Luz: la iluminación es
fundamental. La luz blanca, abundante, que trasciende los espacios dará ese
carácter moderno y limpio a la vez que resaltará los acabados de las piezas
decorativas.
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Líneas
limpias y rectas: la
decoración minimalista se destaca por el empleo de muebles y objetos con líneas
rectas, ángulos sencillos y limpios. No hay molduras superfluas o curvas que
malgasten el espacio.
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Balance: puedes alcanzar el
balance en el espacio con facilidad a través de la simetría o centrando la
decoración en un objeto único, alrededor del cual girará el resto de la
habitación.
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